D. Ricardo Alvarado del Río
Hermanos, hoy la liturgia nos invita a hacer una parada en el camino. Después de dos semanas de Adviento en tonos morados, hoy se enciende una luz diferente: el rosa, el color de la alegría que asoma, de la esperanza que florece, del corazón que empieza a sentir que el Señor está muy cerca.
Por eso hoy decimos Domingo de Gaudete.
Gaudete es la primera palabra de la antífona de entrada latina de este día:
“Gaudete in Domino semper” — “Alegraos siempre en el Señor” (Flp 4,4).
No es una alegría ingenua ni superficial. Es la alegría que nace en quien sabe que Dios cumple sus promesas. La alegría de quien, aun atravesando desiertos, descubre que Dios los transforma en jardines. La alegría de quien se prepara para recibir Aquel que viene a renovar la vida.
La primera lectura es un estallido de esperanza: “El desierto y el yermo se regocijarán… brotarán flores como un narciso… se alegrarán y darán gritos de júbilo”.
Qué bello pensar que Dios no se cansa de hacer florecer lo estéril. Quizá hay zonas de nuestra vida que hoy parecen desierto: relaciones frágiles, cansancios, heridas, dudas, rutinas que pesan, esperanzas que se han secado. Pues bien: Dios quiere florecer ahí.
Isaías dice: “Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes”. Es un mandato lleno de ternura: No te rindas. No te dejes vencer por el cansancio. ¡Persevera! El Señor está cerca y quiere levantarte.
El Adviento es tiempo de la primavera de Dios, aunque fuera sea invierno.
La segunda lectura nos pone los pies en la tierra: “Tened paciencia hasta la venida del Señor… Manteneos firmes”.
Santiago compara la vida del creyente con la del agricultor. El campesino no ve la semilla, pero la cuida, confía, espera, persevera… porque sabe que la tierra trabaja incluso cuando parece quieta.
Así también Dios está actuando en nosotros, aunque no siempre lo notemos. Por eso Santiago añade: “No os quejéis unos de otros”.
¡Cuánta energía desperdiciamos en quejas, comparaciones, críticas o impaciencias! Hoy es un domingo para preguntarnos: ¿Estoy cultivando la esperanza o estoy alimentando la queja?
Juan el Bautista, desde la cárcel, manda a sus discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que tenía que venir…?”.
Qué humano es Juan. Qué cercano. Incluso el más grande puede vivir momentos de oscuridad.
Y Jesús no le responde con teorías, sino con hechos:
“Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”.
Es decir: Juan, el Reino está brotando. Dios ya está actuando. Confía.
También nosotros, a veces, desde las “cárceles” de nuestras preocupaciones, nos preguntamos: “Señor, ¿estás? ¿vienes? ¿actúas?”.
Y Jesús nos responde de la misma forma: “Mira a tu alrededor. Mira cuánto amor, cuánta generosidad, cuánta luz en mitad de las sombras. Yo estoy ahí”.
Además, Jesús pronuncia sobre Juan unas palabras que aún hoy estremecen: “Entre los nacidos de mujer no ha surgido uno mayor que Juan”.
Y añade algo todavía más sorprendente: “Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él”.
Es como si Jesús nos dijera:
Cuando acoges a Dios, cuando abres el corazón, cuando te dejas amar y transformar… haces posible un milagro mayor que cualquiera de los antiguos profetas.
¿Por qué hoy es Domingo de Gaudete?
Porque el Señor está cerca. Porque la salvación no es un sueño lejano, sino una realidad que ya empieza a amanecer. Porque Cristo viene a tu vida hoy, no mañana. Porque incluso en lo pequeño, en lo débil, en lo frágil… Dios ya está obrando.
El color rosa, la palabra Gaudete, las lecturas llenas de luz… todo nos dice: ¡Anímate! La alegría cristiana no es ausencia de problemas, sino presencia del Señor.
En este tercer domingo de Adviento, pidamos tres gracias:
1. La capacidad de ver los brotes nuevos que Dios está sembrando en nuestro desierto.
2. La paciencia activa, como la del agricultor, que cuida y espera con confianza.
3. La alegría profunda, esa que no depende de las circunstancias, sino del Dios que viene.
Que hoy, Domingo de Gaudete, podamos decir con verdad:
“Señor, mi alegría eres Tú. Ven a mi vida. Florece en mis desiertos. Renueva mi esperanza.”
¡¡Feliz Domingo de Gaudete!!
